Los gritos se esconden del sol, es repetitivo. Siempre lo mismo.
Parece a veces que a las ventanas del rostro les gusta ver el mundo a través de
la lluvia. La sensación se sumerge hasta llenar de agua su vida y luego salta
de un trampolín al cielo sin estrellas. Cae en la arena y vuelve a sumergirse.
Siempre lo mismo. Los gritos se esconden de la lluvia, es repetitivo. Parece a
veces que a los árboles del cuerpo les gusta quemarse los días soleados; cuando
es verano añoran el otoño y cuando otoño el invierno, es así. Se aferran al
suelo y subterráneamente bailan enredados en guerra o comunión con otras hermenéuticas
vitales y luego se arrojan al cielo, estirados en su ancha presencia. La
arboleda no es de uno sino de varios, pero cada uno baila con el viento como si
fuese el especial del montón. El espacial del rombo. Es que el universo es tan
amplio. Siempre pasa lo mismo. Si uno cae el grito no hace eco porque los otros
aprisionan el sonido. Es que el cielo no es límite del mundo a menos que lo
encierres en una ventana. Al final siempre, pasa lo mismo. No puede decirse sin
repetir. La sensación de ahogarse en nubes de lodo, que lavan con rocío pero
embarran los pies. No es que el barro sea algo malo, es que es siempre igual, y
cuando el invierno llegue, la primavera se va a poner celosa, y es así. En
climas húmedos un grito no puede propagarse por el horizonte, porque hay
árboles y aquí no hay arcoíris que hagan puente a los quejidos de la angustia.
Lloran los pasos que acompañan a la luna, siempre pasa lo mismo. Y aunque la
miren en todo el mundo y sientan que algo está pasando, nadie escucha los
gritos de dolor. Están tan cerca. Es repetitivo. Será que estás sola en
realidad. Pero yo a la realidad no le creo nada porque ella no escucha, y que me
riegue dios con la miseria que me tiene guardada, lo recibo enredada entre los
surcos de un origen que es también fin, que se repite, como la luna, la lluvia,
el sol, y el arcoíris no llega y el cielo es prisión, también la tierra, es que
siempre pasa lo mismo, el espacio no alcanza aunque sea un bosque, es que son
rejas, es que se encierra, es que los gritos se esconden en las cuevas, es
repetitivo.
“El motivo de esta trágica
compulsión a repetir, que ni siquiera hoy parece agotada, se encuentra en el hecho
de que, cuando la cosa se llena hasta el borde de la propia sustancia, corre el
riesgo de explotar o de implosionar bajo su propio peso.”